Aprendizajes
José Tomás Valdivieso
Empezando el 2020 siempre supe que sería un año de muchos cambios, yo egresaba de la Universidad y esperaba empezar una práctica y ver qué deparaba el futuro. En marzo finalmente encontré la práctica en un lugar que yo admiraba mucho, estaba muy ansioso y mis primeros días de marzo marchaban muy bien, hasta que surge la pandemia. Empiezan las primeras noticias, en China, luego Europa, EE. UU. y finalmente la llegada del COVID a Chile. Quince días trabajando en el lugar que tanto había deseado y resulta que cancelaron el programa de prácticas en la empresa, jamás pensé que la llegada de un virus incidiera de tal forma en mi vida. Comienza una etapa bastante frustrante del año, una que va de la mano de un creciente miedo de contraer la enfermedad tanto en mi círculo, como en Chile.
Empiezan a pasar los días en encierro, todas las mañanas mirando el desalentador crecimiento de los contagios, intentando mantener mis relaciones con mi polola amigos y familia a través de plataformas virtuales, fuera de eso mi mirada hacia el futuro era desesperanzada, reclamaba por todo, me sentía inquieto dentro de mi casa.
Ya en mayo, si bien los contagios diarios iban al alza, las cosas empiezan a mejorar, comienza, para mí, una etapa de aceptación. En mi cabeza acepto el hecho de que existirá un antes y un después, de que son cosas externas que no puedo controlar y que no se saca nada estando estresado, hundiéndome en negatividad o dejando pasar mi vida frente a mis ojos. Ante eso, empecé a incursionar en cursos online, al mismo tiempo que buscaba una nueva práctica… Se volvió rutina hablar con mi polola y amigos día a día, incluso retomé contacto con varios amigos con quienes no hablaba hace mucho, en parte gracias a la tecnología y una motivación que me empujaba a querer tomar el timón de mi vida.
Yo diría que junio fue un mes de calma, ya totalmente aceptado un nuevo mundo en el que se usa mascarilla, se desinfectan cosas y se mantiene un confinamiento por el bien común. Logré formar una rutina que me mantenía ocupado, logré terminar un curso online, me hice hábitos de deporte y logré mantener una actitud positiva. En definitiva, creo que el aislamiento se volvió una oportunidad de reflexionar sobre uno mismo, un momento de retrospección y de conocerse. En ese sentido siento que lo aproveché mucho, lo que más valoro fue la capacidad de darme cuenta de que, así como el virus, hay muchas situaciones externas que uno no puede controlar y que hay que aceptarlas para mantenerse bien de mente.
Ya en julio logré finalmente encontrar una práctica y hasta el día de hoy las cosas han mejorado, he avanzado con mi vida durante un año que prácticamente ha sido «perdido», logré crecer a nivel personal y poco a poco vamos viendo un futuro más esperanzador a medida que pasa el tiempo y los médicos del mundo lo dan todo por contener y encontrar la cura de esta pandemia.
Creo que este año nos enseña mucho a todas las personas, por lo menos yo aprendí que somos capaces de adaptarnos a nuestro entorno y tenemos necesidades cambiantes, esto se puede ver en el surgimiento del teletrabajo (y lo bien que funciona), la importancia de la digitalización de las cosas, pero, por sobre todo, la importancia de la salud mental. Me llamó mucho la atención hablar con personas de mi círculo que no tuvieron mi misma suerte, algunos no contaban con buenas redes de apoyo o con la energía u optimismo que logré mantener y que empezaron a dejar que la vida se les escapase de las manos, cayendo en malos hábitos, sedentarismo e incluso depresión. Con respecto lo anterior, me siento muy agradecido y espero que como generación podamos aprender mucho de este año y que logremos sacar cosas positivas de esta pandemia (Aah y que termine pronto pls).