Reflexión inicial
La época que nos ha tocado vivir ha tocado las raíces mismas de nuestra existencia, nos ha sacado de nuestras comodidades, certezas y preocupaciones habituales, que ahora parecen tan menores y tan lejanas, y nos ha desafiado a buscar lo realmente importante y urgente, lo realmente necesario e impostergable, la vida plenamente vivida, que no es una búsqueda egoísta del tener, del placer y del poder, sino que es don y sacrificio.
Esta enfermedad nos ha puesto cara a cara con el misterio de la muerte, del sufrimiento y del dolor, de nuestros pacientes, de sus familias y de nosotros mismos, nos ha obligado a buscar ayuda, compañía, consuelo, pero también nos ha desafiado a re-pensar en lo que hacemos, en lo que soñamos, en lo que tememos. En fin, nos ha vuelto a poner frente a lo que debiera ser nuestro mayor motivo de reflexión, esto es, la búsqueda de sentido.
La pandemia nos ha alejado, nos ha dejado encerrados, atrapados, cautivos, ha impedido compartir nuestras sonrisas, nos ha prohibido abrazarnos, tocarnos, besarnos, pero también nos empujó a encontrarnos en el silencio, en la distancia, en las pantallas, así como también en el trabajo, detrás de escudos faciales, antiparras y mascarillas.
El virus nos ha hecho llorar, nos ha llevado a angustiarnos, a desvelarnos, a sentirnos superados e impotentes, a rogar que todo esto termine, pero también nos ha regalado, en el testimonio de nuestros compañeros de ruta, fuerza, valentía, solidaridad y entrega generosa.
La crisis nos ha llevado a enfrentarnos a dificultades insospechadas, a desafíos que en otro momento nos hubiesen aplastado o nos habrían alejado, pero la magnitud de las necesidades de los pacientes, sus familias y nuestros compañeros, nos obliga a ser mejores personas, a desprendernos de nosotros, a entregar lo más valioso que tenemos, a nosotros mismos, plenamente, sin dobleces, sin condiciones, con nuestras flaquezas y debilidades, nuestra ignorancia, nuestros temores, nuestras imperfecciones, pero sobre todo, con el corazón y la voluntad.
Con esta valiosa iniciativa queremos regalarnos una pausa, un momento de quietud, un momento de paz, para compartir lo que vivimos, lo que soñamos, lo que tememos, pero más que nada, para acompañarnos y apoyarnos. En fin, una pausa para ayudarnos a llegar a ser cada uno para el otro, en este camino que recorremos juntos, verdaderos testigos de esperanza.
Esperanza en que, finalmente, la verdad prevalece, el bien triunfa, el amor no es inútil, y esta vida vale la pena.
Les mando un cariñoso saludo, lleno de gratitud.
Mauricio Toro