Post parto en tiempos de covid
Aquí cuento la experiencia de haber tenido una guagua en tiempos difíciles y también sobre mi adolorida lactancia.
Confieso que este mes ha sido más difícil de lo que imaginaba o recordaba. Mi recuperación física ha sido más lenta. Dolores, cansancio, poca musculatura, en fin, achaques de un post parto a los 42 años.
El tema fuerte ha sido la lactancia, que me hizo bordear límites inimaginables de dolor, angustia y miedo. ¿Cómo algo que debería ser lindo puede llegar a ser tan traumático? Pechugas colapsadas, adoloridas, rotas con sangre, una pesadilla. Súmale una mastitis, fiebre y antibióticos. Yo me considero aperrada y fuerte, pero esta situación me hizo transitar entre miles de emociones y pensamientos y prometo que si alguien estuviese pasando por este “bosque oscuro”, le diría que no lo haga si no quiere, que no es necesario, qué hay un camino mucho más luminoso y fácil de transitar al lado, ese camino se llama “leche en tarro”. Yo sigo sufriendo con las pechugas, menos, pero sufro igual, incorporé relleno y he andado mucho mejor. Sí estoy muy adolorida, no le doy y listo.
Otra locura de esta etapa ha sido el fucking virus, la incertidumbre, el miedo de que se enfermen mis papás o algún familiar cercano, la muerte de mi tata, su funeral por zoom, los niños en la casa todo el día y lo que eso significa. Ha sido lejos el post natal que menos esperé y que nunca imaginé. Esta etapa tan esperada, donde te conectas con tu guagua, donde ambos nos conocemos, nos miramos, regaloneamos, lloramos. Tiempo valiosísimo para recuperarse de noches donde uno duerme poco, horas maravillosas en pijama, sin hacer nada más que dar leche, mudar, cuidar y amar.
Bueno, ese esperado post natal, nunca llegó. Tuve que renunciar a él ya que debo preocuparme de otros 4 niños, de una casa y de que aprendan, que se conecten a las “maravillosas” clases online. Claramente estos cuatro niños, no tan grandes, también necesitan una mamá.
No puedo desconocer que tengo ayuda, pero soy exigente conmigo misma y las cosas que antes hacía, las quiero hacer ahora también. En una casa con tantos, hay que ayudar, sino sería un caos y el caos a mí no me acomoda.
Por otro lado, lo económico, que para mí es lo menos importante, porque sé que saldremos adelante. Tengo un marido inteligente, busquilla y trabajador, confío en él y en Dios y en toda mi maravillosa familia, que ha estado muy cerca, apoyándonos y ayudando. Esa familia que extraño demasiado, extraño a mi gente, amigas, quiero salir, carretear, hacer deporte, trabajar. Llevo meses cuidándome para mi guagua, haciendo un acto de amor gigante, dejándome de lado completamente por esta guagüita y por mi familia.
Tengo días buenos y días tristes. Días más descansada y días con mucho sueño. Días adoloridos y días en los que me siento ágil y fuerte.
Sentirte sola, 24/7 para tu guagua, es agotador y angustiante. Súmale hormonas locas por todo tu cuerpo, sueño en proporciones, cuatro niños, cada uno con sus necesidades, marido preocupado y angustiado por todo lo que viene, al cual también hay que motivar y cuidar, cuidar que no lo molesten, que no haya ruido, que no le pidan cosas, que no se altere, esto también es agotador.
¿Qué es lo que quiero?
Que se acabe la pesadilla del Covid.
Que no muera más gente.
Que no quiebren más empresas
Quiero normalidad.
Que los niños regresen a clases.
Que mi marido pueda salir a trabajar tranquilo.
Silencio.
Disfrutar a mi guagua.
Llorar tranquila.
Un buen carrete.
Abrazar a mi familia.
Hoy ha sido un día cansado y angustiado.