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Relatos

Pandemia en pediatría

Aquí les comparto la experiencia de atender adultos durante la pandemia en pediatría del Hospital Padre Hurtado.

Por Pamela Marchant

El miércoles 5 de agosto se trasladó desde nuestra UCI, el último paciente adulto que fue tratado por el equipo de pediatría durante esta pandemia.

Entré a la unidad y vi cómo estaba todo revolucionado, ordenando, limpiando profundamente, preparando el espacio fisco para ingresar nuevamente niños y vienen a mi diversos sentimientos y recuerdos que se agolpan como resumen de estos casi 3 meses de arduo trabajo.

Me alegro pensando en que volverán los llantos y risas infantiles de nuestros pequeños pacientes, que llegan graves, pero la mayoría de ellos rápidamente mejoran.

Me lleno de satisfacción y porque no decirlo de «orgullo» al pensar todo lo hecho, tantos pacientes que cuidamos, algunos se fueron de alta felices y agradecidos con nuestra ayuda «los sanamos», otros trasladados a otra área de adulto, a continuar su recuperación después de un periodo crítico en que estuvieron al borde de la muerte y a otros simplemente los acompañamos a partir.

Recuerdo que a comienzos de Febrero, cuando volvía de vacaciones ya había gran inquietud por este nuevo virus, yo venía con ideas y pensando en los planes para este año, sin embargo todo giraba en la preparación para afrontar lo que venía. La verdad es que imaginamos que sería duro, nos preparamos y dispusimos a ayudar, sabíamos que como pediatras la presión sería mínima, de acuerdo a las experiencias en el hemisferio norte, los niños eran muy poco afectados y esperábamos tener una campaña de invierno suave, por otro lado, con temor sabíamos que tendríamos que tratar adultos.

Ya pronto el equipo de la UCI comenzó a estudiar, planificar y a hacer simulaciones dispuestos con todo a tratar adultos.

Cuando en Abril comenzó a aumentar la demanda asistencial, el piso de  pediatría estaba vacío con nuestras salas recién pintadas, pero con muchos pacientes adultos  en urgencia muchos graves, las camas  de cuidados intensivos de adultos se multiplicaban y fue así como el 12 de mayo recibimos el primer paciente adulto en nuestra UCI, pero paralelamente también aumentaban los fallecidos, pensado cómo ayudar y reconociendo nuestra falta de competencias en tratar adultos programamos las llamada “salas de fin de vida”.

Recuerdo que  con algunos miembros de Comité de Ética, estábamos dando vuelta por el hospital, nos mostraron una carpa que pensaban adecuar para recibir pacientes de manejo proporcional,  que además no tenía personal para atenderlo y pensé en pediatría y como hemos aprendido a acompañar a nuestros pequeños que parten, pensé en nuestras salas recién pintadas, con camas cómodas, calentitas  y limpias y un equipo de sanitarios cálidos, dedicados y dispuestos a acompañar, por ello sugerí tímidamente a los jefes del básico instalar estas camas, esto, para mi sorpresa fue muy bien recibido.

Todo partió un día viernes, recuerdo que ese fin de semana la pase leyendo acerca del Fin de Vida, la sedación, el acompañar, el buen morir, etc. El lunes le presente la idea al director, que le pareció una excelente idea, de ahí comenzamos a explicar este plan a cada uno de los equipos de los turnos, me recuerdo sus caras de asombro y ansiedad por esta nueva tarea que íbamos a iniciar. El 16 de mayo partimos oficialmente con estas salas, establecimos un protocolo que definía que pacientes ingresaban y la terapia que íbamos a ofrecer, con el apoyo del equipo de cuidados paliativos que fue muy importante.

La primera semana fue muy dura, no estábamos acostumbrados a la muerte, más aún en soledad, muchos no resistieron y comenzamos a perder compañeros que fueron sobrepasados por el dolor.

Con el pasar de los días la presión asistencial aumento, un fin de semana esto hizo crisis y en urgencia no había donde poner un paciente más, nosotros en pediatría con las mayorías de las camas desocupadas, esto me dolía.

Así comenzamos recibiendo pacientes adultos COVID (+)  en observación den nuestra urgencia, recuerdo tan claramente que estando en urgencia llegan pacientes que habían estado sentados en espera de camas y con qué alegría agradecían una camilla y un plato de comida caliente.

Como nos sentíamos poco capacitados en el manejo de adultos, en conversaciones con los jefes decidimos abrir nuestra camas pediátricas, atendidas por el equipo de pediatría, a pacientes catalogados como de » manejo proporcional», es decir aquellos pacientes que podían mejorar o no con tratamiento médico y que probablemente no se beneficiarían con tratamiento intensivo, así fue como llegamos a tener  6 adultos graves en  Ucip y hasta 42 adultos en camas básicas, con gran ayuda del equipo de paliativos y dos amorosas internistas que nos guiaron en este camino.

Con el correr de los días fuimos valorando a las  llamada «personas mayores», conocimos sus historias, sus ansiedades, su individualidad y forma de ver la vida, algunos silenciosos otros alegres y todos agradecidos de los pequeños detalles de nuestro cuidado. Fuimos viendo como ellos eran valiosos para sus parejas, para sus hijos y sus nietos, al comunicarnos con sus familias por teléfono o vídeo llamadas nos emocionábamos al ver come se reavivan al escuchar su nombre o reconocer la voz de un nieto que les llamaba «tata».

Con las salas de fin de vida fuimos valorando la vida, aprendimos a aceptar la muerte, aunque lo habitual es evitar la muerte aprendimos lo importante que es acompañar. Me impresionó y llenó cuando llegaba por las mañanas y veía con que cariño se cuidaba, hasta el último detalle, mantenido a los pacientes limpios, algunas haciendo bromas, otras poniendo música y otros orando, para que estas personas pudieran partir en paz, no había familiares, pero estaban los Tens y los enfermeros acompañado.

Un día me sorprendí porque se quejaron que llegaban y en pocas horas fallecían y no alcanzaban a cuidarlos como merecían.

Completé 30 años de médico, he trabajado siempre en servicio público y llevo 21 años en este querido hospital, nunca imaginé vivir una experiencia así, creo que nadie lo imaginó y ahora que estamos en esta nueva realidad y miro hacia atrás, siento la  satisfacción de haber hecho una buena tarea, aprendimos a cuidar mejor y a reconocer la muerte como parte de la vida, aprendimos cómo surgen la solidaridad, los buenos sentimientos y el valor de cada uno y aunque suene repetido, como cada uno vale y en equipo somos poderosos.

Comencé a escribir esto con la intención de reconocer todo el trabajo hecho, sin embargo la lista es muy larga, la UGCN como siempre estuvo dispuesta a ayudar, mantiene su compromiso con nuestros pacientes y firmes con nuestra vocación de servicio y solo me queda dar Gracias a Dios por esta oportunidad de vivir y contribuir en esta compleja situación.